En época republicana empieza la historia del Himno Nacional del Ecuador;
hay quien dijo con mucha razón que los himnos nacionales de América son
hijos de la Emancipación. Aunque desde 1830 se hicieron varios intentos
por tener la letra de un Himno Nacional, uno de los primeros Himnos
presentados por un músico a las autoridades legislativas en miras de
alcanzar su oficialización, fue compuesto en la segunda mitad del siglo
XIX, en 1865, por el argentino Juan José Allende, quien trabajaba como
director de bandas en nuestro país; sin embargo su Himnono
alcanzó el necesario consenso para oficializarlo, pero sirvió de
motivación para generar la preocupación por dotar definitivamente de una
Canción Nacional al país; para ello el presidente del la
Cámara de Senadores, Nicolás Martínez, comprometió a Juan León Mera
Martínez (1832-1894), Secretario del Senado y distinguido literato, a
que hiciera una letra para tal propósito para que se suplante la que
había presentado Allende. Luego a partir de 1869, la música del Himno Nacional
de Allende fue también reemplazada por la del músico Antonio Neumane
Marno (Córcega, 1818-Quito, 1871), en base al texto que hiciera el
escritor ambateño Juan León Mera.
Juan León Mera llevó una enconada disputa con este personaje, no solo por la letra del Himno
y por el ataque de España a Perú y Chile, sino porque Llorente en
nuestro país logró que se mutilara una estatua de Sucre que tenía a sus
pies un león derrotado. Comentarios sobre ese asunto y un perfil
imaginario sobre don Manuel Llorente, quien acabada de publicar en
Madrid unas memorias de viaje tituladas Cuadros de costumbres con un capítulo del Ecuador, se escribió en el Diario de la Capital(Managua,
24 julio, 1891) de Nicaragua: “… Observa, Don Manuel, que en una de las
plazas de Quito se alza un monumento a la memoria de Sucre, simbolizado
por un león pisoteado por aquel genio americano. Las ideas absolutistas
se sublevan en el alma del monárquico y gestiona para que la estatua
sea derivada… Pedradas, [gritos], silbatinas, todo hubo. "Sin embargo,
el monumento fue derribado, porque el Presidente don José María Caamaño
dijo que así convenía a la política internacional y que era un gran paso
diplomático. “… Yo no le conozco, ni deseo conocerlo [a Llorente]. Me
imagino que debe de tener muchos años encima ese literato; debe llevar
gran petaca en las espaldas y peluca empolvada en la cabeza. “La caja de
rapé en la faltriquera, los anteojos cabalgando eternamente sobre la
nariz, la tosecita seca en la garganta, el párpado rugoso cubriendo los
ojos centellantes; todos estos deben ser los atributos del presumido
escritor que juzga a la raza latinoamericana como una raza muerta. “…
Viejo a de ser, y del siglo XIV, quien le niega porvenir brillante a
nuestra raza, belleza a nuestras mujeres, educación a nuestras
sociedades, moralidad a nuestras costumbres, talento administrativo a
nuestro mandatarios y suficiencia a nuestro escritores. “No es probable
otra edad para el diplomático que habla además de fraternidad entre
España y América al propio tiempo que nos da puntapiés y hace irrisión
de estas Repúblicas”.
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