lunes, 13 de mayo de 2013

HISTORIA DEL HIMNO NACIONAL DEL ECUADOR


En época republicana empieza la historia del Himno Nacional del Ecuador; hay quien dijo con mucha razón que los himnos nacionales de América son hijos de la Emancipación. Aunque desde 1830 se hicieron varios intentos por tener la letra de un Himno Nacional, uno de los primeros Himnos presentados por un músico a las autoridades legislativas en miras de alcanzar su oficialización, fue compuesto en la segunda mitad del siglo XIX, en 1865, por el argentino Juan José Allende, quien trabajaba como director de bandas en nuestro país; sin embargo su Himnono alcanzó el necesario consenso para oficializarlo, pero sirvió de motivación para generar la preocupación por dotar definitivamente de una Canción Nacional al país; para ello el presidente del la Cámara de Senadores, Nicolás Martínez, comprometió a Juan León Mera Martínez (1832-1894), Secretario del Senado y distinguido literato, a que hiciera una letra para tal propósito para que se suplante la que había presentado Allende. Luego a partir de 1869, la música del Himno Nacional de Allende fue también reemplazada por la del músico Antonio Neumane Marno (Córcega, 1818-Quito, 1871), en base al texto que hiciera el escritor ambateño Juan León Mera.
 Juan León Mera llevó una enconada disputa con este personaje, no solo por la letra del Himno y por el ataque de España a Perú y Chile, sino porque Llorente en nuestro país logró que se mutilara una estatua de Sucre que tenía a sus pies un león derrotado. Comentarios sobre ese asunto y un perfil imaginario sobre don Manuel Llorente, quien acabada de publicar en Madrid unas memorias de viaje tituladas Cuadros de costumbres con un capítulo del Ecuador, se escribió en el Diario de la Capital(Managua, 24 julio, 1891) de Nicaragua: “… Observa, Don Manuel, que en una de las plazas de Quito se alza un monumento a la memoria de Sucre, simbolizado por un león pisoteado por aquel genio americano. Las ideas absolutistas se sublevan en el alma del monárquico y gestiona para que la estatua sea derivada… Pedradas, [gritos], silbatinas, todo hubo. "Sin embargo, el monumento fue derribado, porque el Presidente don José María Caamaño dijo que así convenía a la política internacional y que era un gran paso diplomático. “… Yo no le conozco, ni deseo conocerlo [a Llorente]. Me imagino que debe de tener muchos años encima ese literato; debe llevar gran petaca en las espaldas y peluca empolvada en la cabeza. “La caja de rapé en la faltriquera, los anteojos cabalgando eternamente sobre la nariz, la tosecita seca en la garganta, el párpado rugoso cubriendo los ojos centellantes; todos estos deben ser los atributos del presumido escritor que juzga a la raza latinoamericana como una raza muerta. “… Viejo a de ser, y del siglo XIV, quien le niega porvenir brillante a nuestra raza, belleza a nuestras mujeres, educación a nuestras sociedades, moralidad a nuestras costumbres, talento administrativo a nuestro mandatarios y suficiencia a nuestro escritores. “No es probable otra edad para el diplomático que habla además de fraternidad entre España y América al propio tiempo que nos da puntapiés y hace irrisión de estas Repúblicas”.

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